DISCURSO DEL PROF. ZAFFARONI
I. Palabras previas. Creo que es este el único acto al que pienso
asistir, porque no deseo hacer de esto una epopeya ni asumir
permanentemente el papel de víctima. Hay otros actos, autoconvocatorias y
eventos que agradezco profundamente, pidiendo disculpas por mi ausencia.
Si bien sé muy bien que trabajar de víctima es el mejor negocio político que
puede hacerse en el país y en el mundo, no tengo interés en eso. Cualquier
rol que asuma en el futuro, quiero que sea por méritos y no como víctima.
Tampoco insistiré más en el tema, a menos que me lo soliciten quienes
jurídicamente tengan la competencia para hacerlo. A tal efecto y ante
versiones de que algún legislador lo estaba instando en la Comisión de Juicio
Político de la H. Cámara de Diputados, en el día de hoy he remitido al Sr.
Presidente de la H. Cámara un informe sobre la realidad de los hechos,
adjuntando copia de la documentación correspondiente.
Han llegado a mi conocimiento interpretaciones del hecho que me
afecta vinculándolo con conflictos a los que soy por completo ajeno. En
principio, a mi juicio no tiene esto nada que ver con cruces que puedan tener
otros poderes del estado con diferentes grupos empresariales o de medios
ni con otros intereses. Las interpretaciones en ese sentido las respeto,
pero corren por cuenta de quien las hace y no son la mía. Tampoco tienen
nada que ver con este hecho personas a las que se pretendió vincular, como
candidatos, dirigentes políticos y altas personalidades de la Iglesia. Todos
ellos me merecen el mayor de los respetos que, por otra parte, es el mismo
que he puesto de manifiesto en toda ocasión. Nos hallamos en una etapa
electoral que, codazo más o menos, quienes recordamos tiempos oscuros, la
vivenciamos como una fiesta de la democracia. En modo alguno debe
permitirse que se mezcle con esto.
Aunque no sea sencillo, debemos calmarnos y observar con alguna
distancia los hechos. Las difamaciones pasan, unos pocos las creen, otros
pocos simulan que las creen, los más las repudian; las elecciones también
pasan, unos las ganan y están felices, otros las pierden y quedan tristes,
pero debemos todos juntos mantener las condiciones para que siempre
vengan nuevas elecciones.
Para no confundir los hechos con el marco, he prefiero elegir como
tema para esta clase inaugural un análisis detallado del hecho en el marco
de lo que en varias publicaciones vengo denominando criminología mediática.
II. Observador participante. Las circunstancias han
querido que me halle en la curiosa situación de un observador
participante cuyo rol es el de objeto de una tentativa fallida
de construcción mediática de la realidad (en el sentido de
Berger y Luckmann). Esta será, pues, una clase en base a un caso
práctico. Le agradezco a nuestra querida y distinguida Decana la
oportunidad que me brinda de ensayar este método en nuestra
Casa de Estudios.
No es posible asumir la función de observador participante
sin estar involucrado en el hecho investigado, pero el éxito del
método depende de la distancia que logre poner el observador a
la hora de extraer las consecuencias.
Procederé por etapas: 1) caracterización del hecho; 2)
motivaciones; 3) perfil del agredido; 4) instrumento; 5) mecánica
de la agresión; 6) objetivos de la agresión; 7) razones por las que
no se logró plenamente el objetivo; 8) consecuencias sociales del
hecho.
III. Caracterización del hecho. Estimo que el hecho
puede caracterizarse como lapidación mediática. Sé que no
faltan quienes prefieren lynchamiento mediático, pero existe
una diferencia sustancial, señalada por René Girard: en el
lynchamiento se toca materialmente a la víctima; en la lapidación
se la persigue arrojando piedras hasta que ésta sucumbe o se
precipita al vacío; los ejecutores son anónimos, nadie se atribuye
el resultado y nadie se contamina físicamente con la víctima.
En lo mediático, evitar la contaminación física es una coartada
importante (¡Se mató solo! ¡Nadie lo tocó! ).
La lapidación responde al llamado de un empresario moral
en el sentido de Brosnislaw Malinowski, es decir, de alguien que
llama la atención sobre un hecho e invita a arrojar piedras. Pero
las motivaciones del empresario moral no necesariamente son las
mismas de quienes se van sumando a la tarea lapidaria.
IV. Motivaciones. En este caso los lapidadores actúan con
muy diferentes motivaciones. Veamos:
1) Una ONG en busca de promoción para desplazar a
posibles competidoras.
2) Sectores minoritarios de seguridad afectados ávidos de
venganza (y de advertir a otros) porque el lapidado promovió el
secuestro de 4.000.000 de dosis de paco y el procesamiento de
más de 100 personas.
3) Sectores de burócratas internacionales o de sus
subordinados o lacayos locales, preocupados por lo que el
lapidado discurre acerca del crimen organizado y en especial
respecto del lavado de dinero. Estos tienen alcance internacional
y se han ocupado de difundir el hecho en la prensa extranjera.
4) Sectores vinculados a intereses locales a los que resulta
molesta la actual composición del máximo tribunal y su prestigio
nacional e internacional.
5) Sectores de los medios que difunden el discurso
vindicativo y empujan hacia el estado gendarme, molestos
porque se les analizan y ponen de manifiesto sus técnicas y sus
artimañas generadoras de pánico moral.
6) Personas con escaso éxito político –algunas sólo viven
de la política y de la denuncia gratuita- a las que el hecho puede
brindar un escenario que sus dotes no le ofrecen (Somos los
únicos limpios, todos los demás son sucios).
7) Profesionales que ven afectados sus intereses por las
sentencias del tribunal, sobre el cual no pueden ejercer poder.
8) Profesionales que ambicionan ocupar un día el lugar del
lapidado y envidian abiertamente su prestigio y conocimiento
(¿Por qué él, si yo soy más?).
9) Empleados de empresas amarillistas que procuran
obtener la noticia del año y ser premiados con algún emolumento
complementario.
10) Personas vinculadas a la dictadura militar o a sus
simpatizantes.
11) Quienes suponen que a través del lapidado pueden
erosionar a otras instituciones o personas.
12) Personas ideológicamente enfrentadas (aunque este
subgrupo por lo general es reducido, porque siempre quien
tiene una ideología tiene también una cosmovisión y esto impone
algunos límites éticos).
La lista de lapidadores puede extenderse, pues el
enunciado anterior no es exhaustivo, aunque es suficientemente
demostrativo de la pluralidad motivaciones.
Lo importante es destacar que sin un empresario moral no
hay lapidación, pero que tampoco la hay si no existe una cantidad
de personas dispuestas a escuchar su llamado y a lapidar, aunque
sus motivaciones sean por completo diferentes.
V. Perfil del agredido. El segundo elemento a tener en
cuenta es el perfil del agredido. Ante todo debe elegirse a
alguien al que se considera capaz de quebrarse o incapaz de
resistir las pedradas. Cabe presumir que el perfil de quien por lo
general tiende a resolver o minimizar conflictos lo hace porque
es vulnerable.
El lapidados piensa que la víctima tiene puntos débiles en su
vida por los que puede entrar su ponzoña y, como no los conoce,
proyecta sobre la víctima su propia inmoralidad como deducción.
El apedreador arroja las piedras sin estar seguro de dar en el
blanco y, con la esperanza de hallar alguna falla en la víctima,
presume que ésta –al igual que él- sufre la misma carencia de
escrúpulos y valores, por lo que puede equivocarse fácilmente.
Cuanto más inmoral es el apedreador, mayor es la
inmoralidad que proyecta sobre la víctima, al imaginarla parecida
a él. El lapidador imagina una combinación de morbosidad y
ambición desmedida de poder y dinero.
Aunque el lapidador no dé en el blanco sigue insistiendo
sobre la víctima con la esperanza de golpear mejor, pero tampoco
sabe muy bien si lo conseguirá, en especial cuando a la víctima no
se le encuentran fallas reales escandalosas.
El perfil respetable, conservador y solemne del agredido
favorece los golpes del lapidador, pues puede más fácilmente
tildar a la víctima de hipócrita, pero es mucho más difícil golpear
a una víctima cuando ésta tiene perfil transgresor, como en este
caso.
VI. Instrumento. El principal instrumento de lapidación
es la prensa amarilla, que es una patología de la comunicación
que por regla general tiene un público cautivo cercano al de la
clientela de la pornografía.
Esta empresa no conoce ningún límite ético. Si bien
en la ética periodística existen muchas zonas grises, la
empresa amarilla no reconoce ni siquiera los principios más
elementalísimos de la ética, los viola todos. Si no hiciese
esto carecería de capacidad de lesión al proyectar su propia
inmoralidad sobre el lapidado.
Es interesante observar que la prensa amarilla se vale de
un proletariado de jóvenes que cumplen las tareas menores y
más desagradables, necesitados de su salario –que debe ser
miserable- y que mientras arrojan piedras sobre el lapidado
le piden disculpas porque están trabajando y hasta le envían
mensajes más o menos anónimos de adhesión disculpándose por
no aparecer públicamente en su defensa. Algo análogo suele
suceder con algunos de quienes practican personalmente la
tortura.
La inmoralidad de la prensa amarilla causa a esto jóvenes
serios problemas de conciencia. Las consecuencias últimas
de esta degradación del proletariado del amarillismo en la
personalidad de los explotados no son menores, considerando
que se trata de personas muy jóvenes y que conservan restos de
dignidad y valores.
VII. Mecánica de la agresión. La mecánica de la
lapidación mediática asumió en el caso una forma bastante
compleja.
1) Se abrió con la difusión de mails hacheados, adulterados
e inventados, publicados en un sitio cuya dirección electrónica
fue difundida por la prensa no amarilla. Primera tentativa de
lesión a la autoestima de la víctima.
2) Previamente la víctima fue sometida a un estudio
completo a efectos de obtener información que pudiera ser
material de extorsión. El resultado de esta investigación fue
alertar al banco extranjero del que la víctima era cliente desde
hacía veinticinco años y éste decidió cerrarle su cuenta en razón
de ser una persona políticamente expuesta. (Cabe observar que
si la víctima hubiese operado con un testaferro la cuenta no
hubiese sido cerrada, lo que indica que algo anda mal en el mundo
y no sólo en lo local).
El banco adoptó una actitud francamente discriminatoria
con un cliente antiguo y con una cuenta cuyo movimiento era
ínfimo y transparente. Se comunicó con el cliente y le informó
poco menos que no quería problemas con un sudaca con un
depósito despreciable. Segunda lesión a la autoestima de la
víctima.
3) Sucesivos recados telefónicos eran dejados todos los
días avisando lo que se publicaría en la prensa amarilla al día
siguiente. Los llamados eran insistentes, reiterados varias veces
al día, dejados en el contestador, remitidos a la cuenta de mail.
El objetivo era mantener al hostigado en permanente
estado de zozobra y alteración del sueño induciendo una
fijación persecutoria. Esto hubiese sido muy grave en caso
de personalidad paranoide. También se buscaba que éste se
preguntase permanentemente si había hecho algo errado. Frente
a una personalidad culpógena esto podría acarrear una grave
depresión e inducir errores de conducta. No fue el caso de la
víctima de este hecho, que no tiene personalidad paranoide ni
mucho menos culpógena, como máximo quizá un poco esquizoide.
4) Esos estados se potencian a través de los mismos
métodos aplicados a todo el equipo de colaboradores, hostigados
a distintas horas del día y de la noche. El objetivo fue
desestabilizar a éstos, cada uno de los cuales tiene sus propias
características conforme a las cuales reacciona y, en su afán por
contener el avance del hostigamiento, desconciertan al
hostigado, que se ve obligada a contenerlos. A ese efecto la
prensa amarilla se agenció los teléfonos celulares de todo el
equipo mediante procedimientos que no se conocen, pero no cabe
descartar su carácter corrupto.
5) Paralelamente se procedió a instalar una guardia de
fotógrafos en la puerta del domicilio particular del hostigado y a
fotografiarlo cuando entraba y salía de la casa y a seguirlo
cuando caminaba por la calle, como también a todas las personas
que entraban y salían, a interrogarlas, a mostrar las fotos a los
vecinos para que identificasen a cada uno, a fotografiarlo en el
acto electoral, a interrogar al personal de servicio. Esto buscaba
producir en la vida hogareña del hostigado el mismo efecto
reproductor que con sus colaboradores, en forma tal de
impedirle eludir la tensión y la zozobra en ningún momento del
día ni de la noche.
6) Entre los hechos extraños que tuvieron lugar en forma
contemporánea al hostigamiento se produjo la visita de una
mujer, que intentaba entrar al domicilio del hostigado, con el
pretexto de ejercer la prostitución y ofrecerse para armar una
coartada. Si bien puede ser una coincidencia provocada por una
persona desequilibrada, no cabe descartar otras hipótesis.
7) Con todo esto se busca que el hostigado esté fijado en
el hecho en forma permanente, lograr que no piense en otra cosa,
impedirle la distancia del hecho y la consiguiente reflexión y
hasta el descanso. Si esto no doblega psicológicamente al
hostigado, éste debe cargar con la pesada tarea de alertar
constantemente a los colaboradores, convivientes, personal de
servicio, vecinos, etc.
8) Uno de los objetivos del hostigamiento era individualizar
al apoderado de la víctima, proyectando sobre ésta la propia
inmoralidad en la idea de que esa persona era un testaferro
encargado de sus negocios sucios.
En realidad la desilusión debe haber sido absoluta. No dudo
que hayan acudido al Registro de la Propiedad y verificado que
éste es un monotributista que sólo posee una casa prefabricada
de fin de semana en una provincia y un automóvil. Otra pedrada
sin eficacia.
9) Alertada la víctima por el llamado del banco extranjero
y en pleno trámite de transferir el dinero de la cuenta al país en
forma perfectamente legal, se mantenía atenta acerca de la
posibilidad de manipulación deformadora de esta información, lo
que llegó el día viernes, con el adelanto por recado de la noticia
de que el sábado explotaría sobre ese hecho un segundo
escándalo.
Con seguridad que el banco no suministró información
y la prensa amarilla volvió a proyectar su propia inmoralidad
y presumió que había una cuenta oculta o una suma enorme e
inexplicable de dinero. Por tal motivo el hostigado le abortó
la maniobra con una conferencia de prensa en Santa Fe y
expuso públicamente lo referente a la cuenta y a la actitud
discriminatoria del banco. La prensa amarilla de inmediato
desmontó el operativo del segundo escándalo.
10) Un periodista publicó la falsa noticia de que la víctima
había mantenido en la Casa de Gobierno una reunión de alto nivel
con ministros del poder ejecutivo. Esto tenía toda la intención de
provocar una justificada indignación de la dirigencia política
opositora contra el hostigado. Afortunadamente éste la pudo
desmentir públicamente de inmediato y en general la actitud de
los políticos fue sumamente mesurada y prudente.
11) Como parte del hostigamiento, un sujeto usó el nombre
del hostigado en twitter y después de enviar varios mensajes
divulgó la noticia de que había renunciado, lo que desconcertó
incluso a algún dirigente político y provocó una catarata de
llamadas al tribunal y al interesado, creando mayor zozobra y
tensión entre las personas que lo rodeaban en su trabajo y en su
domicilio.
12) Provocada una reacción masiva de repudio contra la
prensa amarilla, un diario publicó la noticia de que las muestras
de apoyo y solidaridad del exterior son obtenidos por medio de
una gestión oficial. El supuesto gestor oficial es absolutamente
desconocido en todos los medios académicos y universitarios del
exterior.
13) Un comunicador excedió el marco del poder mediático
emplazando al hostigado a que comparezca ante alguno de los
medios para los que trabaja a dar explicaciones, porque de lo
contrario debería darlas en el Congreso de la Nación, exigencia
curiosa y extraña por cierto, considerando que quien la formula
carece de toda función pública o de representación popular.
14) La prensa amarilla, frente al desprestigio que le
provocó una solicitada de numerosos periodistas de diferentes
medios y colores, trató de descalificarla afirmando que una de
las firmas correspondía a un periodista que no había autorizado
su inclusión en la solicitada. Resultó ser la de un periodista
homónimo.
15) Ante el fracaso de la lapidación frente a la reacción
masiva de repudio, la prensa amarilla trató de poner distancia del
hecho, afirmando que sólo se limitó a tomar una noticia de otro
medio; lo cierto es que el otro medio es un diario que alcanza el
punto máximo de impudicia e hictericia y que pertenece a la
misma empresa. Esto puede obedecer a la tentativa de evitar una
demanda civil, aunque no parece que le preocupe demasiado; cabe
pensar que su preocupación finca en el repudio general y
profesional y, en definitiva, en el ridículo, del que –como alguien
dijo- no se vuelve.
16) Como ya no quedaba nada que aclarar ni agregar, un
diario difunde supuestos enfrentamientos o malestares en el
seno del tribunal, información que parece proceder de un
personaje de triste figura y facies inexpresiva, que por lo
general comunica trascendidos insólitos (usualmente llamados
chismes) y que deambula escondiéndose detrás de las columnas
del Palacio de Justicia.
VIII. Objetivos de la agresión. Como las motivaciones
que mueven a los lapidadotes no son las mismas, tampoco los
objetivos coinciden: unos buscan destruir psíquicamente al
hostigado, desequilibrarlo para que reaccione de modo erróneo,
sorprenderlo en esa reacción y mostrarla como confirmación de
su inadecuación a los reclamos del rol. Pero otros pueden buscar
objetivos menos personales y más concretos: 1) obtener su
alejamiento de la función y el desprestigio institucional; 2)
inferirle el mayor daño posible; 3) generar una confusión política
en medio de una campaña electoral; 4) provocar un
enfrentamiento con los colegas del tribunal y desarmar la
armonía y respecto que debe primar entre ellos; 5) desarmar el
prestigio internacional de la víctima y anular su palabra en los
foros extranjeros; 6) o simplemente causar confusión y afectar
la vida democrática del país hasta donde le fuese posible.
IX. Razones por las que no fueron alcanzados los
objetivos. Las razones por las que la lapidación no obtuvo el
efecto deseado son varias, poniendo de manifiesto que la
construcción mediática tiene límites.
En efecto: 1) Si bien existió un problema de consorcio, la
vinculación del hostigado con este problema nunca pasó de la
firma de las escrituras traslativas de dominio de los inmuebles
en que se practicaba, dado que no los administraba y tampoco
firmaba los contratos de locación, todos a precios de plaza,
nunca conoció a los inquilinos y en muchos casos ni siquiera los
inmuebles. Como todo esto está perfectamente documentado, el
hostigado no fue golpeado en su estabilidad emocional.
2) Por otra parte, las denuncias de trata de personas y
de lenocinio no parecen tener fundamento en los hechos, pues
hasta el momento lo que parecería haberse producido es la
desnaturalización de los contratos de locación por violación de
la prohibición de subalquilar y por la violación del reglamento de
copropiedad en caso de eventuales molestias producidas por los
subinquilinos.
3) Las afirmaciones de una diputada no han resultado
fundadas y, además, ha admitido que conocía los hechos desde
hace dos años, sin que lo notificara al hostigado, lo que indica su
clara intención de reservarse la información y provocar el
escándalo por la prensa amarilla durante la campaña electoral.
4) La versión lapidaria no resulta convincente porque no
puede mostrar cuál es la supuesta ventaja que alguien puede
obtener de alquilar inmuebles al precio de plaza para que se
ejerza la prostitución, cuando los puede alquilar al mismo precio
para otro objetivo que no le acarrease problemas.
5) Menos aún lo hay para creer que un profesional que
puede retirarse a la actividad privada y ejercer la profesión con
buenos honorarios, incluso pagados por algunos de los que lo
imputan (que lo quisieran a veces como abogado), emprenda una
actividad absurda con su nombre y apellido y sin que le aporte
ninguna renta mayor de la corriente.
6) Pero si bien construcción de la realidad intentada
excedía los límites de las posibilidades de ésta por
inverosimilitud, en cuanto al hostigamiento lo que impidió que se
alcanzase alguno de los posibles objetivos en el caso que el
hostigado no carecía de experiencia política y mediática. Si el
hecho se hubiese concretado contra una persona sin esa mínima
experiencia, hubiese sido imposible evitar alguno de los objetivos
dañinos propuestos.
En síntesis: Por un lado se verifica que la construcción de
realidad tiene el límite de la alucinación: una ilusión puede llegar
a tener éxito, pero una alucinación nunca puede tenerlo. Por otro
lado, se prueba que el hostigamiento tiene el límite que le pone la
personalidad y la experiencia de la víctima.
X. Consecuencias sociales del hecho. Evaluando el hecho
en cuanto a sus consecuencias sociales negativas, podemos
señalar tres diferentes niveles de efectos: 1) el comunicacional;
2) el político; y 3) el antropológico.
1) En el plano comunicacional la generalización de esta
metodología de hostigamiento crearía el grave riesgo de
estimular a los que en toda sociedad tienen vocación de
inquisidores para que un buen día impulsen una ley mordaza.
Esto debe evitarse a cualquier precio; la única ley de
prensa tiene ciento cincuenta y ocho años y es muy buena: es la
Constitución Nacional. No sólo no se necesita sino que es
menester rechazar terminantemente cualquier intento de otra
ley de prensa acerca de contenidos. El amarillismo no se combate
con censura, sino con definiciones. Se lo combate evitando que
los medios serios se mezclen con el amarillismo, aunque eso
pueda arrojar algún rédito pasajero e inmediato. Esa mezcla
venenosa debilita la credibilidad de los medios y fortalece a los
partidarios de la censura.
No importa la orientación ideológica ni política de los
medios, pues todo medio la tiene y eso no le hace perder
seriedad; lo que le hace perder seriedad es su mezcla con el
amarillismo. Un medio puede ser azul o rojo, no importa, pero
si éstos se mezclan con el amarillismo se desdibujan: el azul se
vuelve verde y el rojo naranja. Allí las personas dejan de creerle.
Los censuristas están al acecho y se apoyan en las
reacciones vindicativas de las víctimas del hostigamiento
amarillo.
Una vez aislado de los medios serios, el amarillismo no
molesta, pues al igual que la pornografía, tiene un público cautivo
y hace su negocio, sucio pero tolerable, porque su público sabe lo
que lee (este es el otro aspecto que lo asemeja a la pornografía).
2) En lo político, la generalización de estos hechos puede
llevar a la opinión la impresión de que en la política y en la función
pública nadie está limpio, que todos los candidatos son sucios, que
todos se mueven por intereses bastardos, que no hay ideales ni
vocación de servicio. Eso es la antipolítica y ésta es el campo de
cualquier aventurero extra-sistema y siempre fue el preludio de
todas las dictaduras, con costos invariablemente muy altos para
los pueblos.
3) En lo antropológico no puedo dejar de observar que
para intentar destruir psíquicamente a una persona se requiere
una pulsión de odio tan brutal que en otras condiciones se
materializaría en forma directamente destructiva en el plano
físico.
Me pregunto qué mueve semejante pulsión destructiva.
¿Qué genera o motiva semejando grado de odio? Y llego a la
conclusión que en el fondo es el afán crematístico y de poder.
Poder y dinero es la clave.
¡Son locos! ¡Están alienados! Han alcanzado un grado tal de
alienación que olvidan el viejo adagio popular: no hay mortaja con
bolsillo.
Si es que ya no lo tienen, reunirán el dinero que les alcance
para vivir muchas vidas, pero no los vivirán, porque hay una sola
y única vida, con límite infranqueable. Quizá esta afirmación sea
demasiado existencialista y, por ende, resulte un poco pasada de
moda, pero no puedo dejar de llamar a la reflexión desde esta
perspectiva frente a semejante grado de alienación.
Un día todos podemos estar en la cama de un hospital
mirando al techo sin saber si mañana o dentro de un rato lo
podremos ver ¿Qué consolará a estas personas en ese momento?
Se han olvidado que todo ser humano que nace es ya
suficientemente viejo como para morir y mañana mismo podemos
no estar. El afán crematístico les borra la conciencia hasta
ese límite; Tanatos los domina por completo. Por suerte son
los menos, porque de lo contrario la especie humana no tendría
futuro y yo creo que lo tiene. La humanidad no está representada
por ellos: prueba es la presencia de todos ustedes.
oooooooooooooooo
XI. Palabras de cierre. Les confieso algo que ni siquiera mis
más cercanos colaboradores sabían. El 31 de octubre se cumplen ocho años
de mi permanencia en la Corte. En lo personal creo que los cargos vitalicios
son monárquicos y que en una República es bueno que quien desempeña una
función después de un tiempo, cuando considera que su tarea está cumplida,
pueda retirarse. Por otra parte, estoy un poco cansado de que se me defina
por la función. No soy el juez, el ministro, soy Raúl, no soy juez, trabajo de
juez, que es otra cosa. No nací en la Corte Suprema y no pienso morirme en
ella. Por todo eso, había decidido dejar la Corte en unos pocos meses.
Siento mucho que hoy todo indique se me haya frustrado este
proyecto. Ahora estoy preso, no puedo irme al menos hasta que el curso
del tiempo permita dejar claro que mi alejamiento no tiene nada que ver
con esta infamia. Si me fuese daría la peor lección de republicanismo a los
chicos y chicas de la Facultad que nos hospeda y en la que he ejercido la
docencia muchos años. Sería mi última y peor clase. No obstante, siento
mucho esta frustración.
Seguiré haciendo lo que hago, pensando y diciendo lo que pienso y lo
que mi ciencia me indica. No me dobla el hostigamiento amarillo. Tampoco me
doblegan los locos que se olvidan de la vida por escapar de la muerte.
Yo sé quién soy, ellos todavía no, quizá un día lo sepan, espero que
no demasiado tarde, cuando ya no les quede mas que mirar el techo de un
hospital. El odio no es paliativo para la angustia.
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