domingo, 14 de agosto de 2011

ACTO DE APOYO AL DR. ZAFFARONI - AULA MAGNA, UBA - DISCURSO DEL PROF. ZAFFARONI

Acto de apoyo al Prof. Zaffaroni, UBA, Aula Magna, jueves 11 de agosto de 2011.

DISCURSO DEL PROF. ZAFFARONI

I. Palabras previas. Creo que es este el único acto al que pienso

asistir, porque no deseo hacer de esto una epopeya ni asumir

permanentemente el papel de víctima. Hay otros actos, autoconvocatorias y

eventos que agradezco profundamente, pidiendo disculpas por mi ausencia.

Si bien sé muy bien que trabajar de víctima es el mejor negocio político que

puede hacerse en el país y en el mundo, no tengo interés en eso. Cualquier

rol que asuma en el futuro, quiero que sea por méritos y no como víctima.

Tampoco insistiré más en el tema, a menos que me lo soliciten quienes

jurídicamente tengan la competencia para hacerlo. A tal efecto y ante

versiones de que algún legislador lo estaba instando en la Comisión de Juicio

Político de la H. Cámara de Diputados, en el día de hoy he remitido al Sr.

Presidente de la H. Cámara un informe sobre la realidad de los hechos,

adjuntando copia de la documentación correspondiente.

Han llegado a mi conocimiento interpretaciones del hecho que me

afecta vinculándolo con conflictos a los que soy por completo ajeno. En

principio, a mi juicio no tiene esto nada que ver con cruces que puedan tener

otros poderes del estado con diferentes grupos empresariales o de medios

ni con otros intereses. Las interpretaciones en ese sentido las respeto,

pero corren por cuenta de quien las hace y no son la mía. Tampoco tienen

nada que ver con este hecho personas a las que se pretendió vincular, como

candidatos, dirigentes políticos y altas personalidades de la Iglesia. Todos

ellos me merecen el mayor de los respetos que, por otra parte, es el mismo

que he puesto de manifiesto en toda ocasión. Nos hallamos en una etapa

electoral que, codazo más o menos, quienes recordamos tiempos oscuros, la

vivenciamos como una fiesta de la democracia. En modo alguno debe

permitirse que se mezcle con esto.

Aunque no sea sencillo, debemos calmarnos y observar con alguna

distancia los hechos. Las difamaciones pasan, unos pocos las creen, otros

pocos simulan que las creen, los más las repudian; las elecciones también

pasan, unos las ganan y están felices, otros las pierden y quedan tristes,

pero debemos todos juntos mantener las condiciones para que siempre

vengan nuevas elecciones.

Para no confundir los hechos con el marco, he prefiero elegir como

tema para esta clase inaugural un análisis detallado del hecho en el marco

de lo que en varias publicaciones vengo denominando criminología mediática.

II. Observador participante. Las circunstancias han

querido que me halle en la curiosa situación de un observador

participante cuyo rol es el de objeto de una tentativa fallida

de construcción mediática de la realidad (en el sentido de

Berger y Luckmann). Esta será, pues, una clase en base a un caso

práctico. Le agradezco a nuestra querida y distinguida Decana la

oportunidad que me brinda de ensayar este método en nuestra

Casa de Estudios.

No es posible asumir la función de observador participante

sin estar involucrado en el hecho investigado, pero el éxito del

método depende de la distancia que logre poner el observador a

la hora de extraer las consecuencias.

Procederé por etapas: 1) caracterización del hecho; 2)

motivaciones; 3) perfil del agredido; 4) instrumento; 5) mecánica

de la agresión; 6) objetivos de la agresión; 7) razones por las que

no se logró plenamente el objetivo; 8) consecuencias sociales del

hecho.

III. Caracterización del hecho. Estimo que el hecho

puede caracterizarse como lapidación mediática. Sé que no

faltan quienes prefieren lynchamiento mediático, pero existe

una diferencia sustancial, señalada por René Girard: en el

lynchamiento se toca materialmente a la víctima; en la lapidación

se la persigue arrojando piedras hasta que ésta sucumbe o se

precipita al vacío; los ejecutores son anónimos, nadie se atribuye

el resultado y nadie se contamina físicamente con la víctima.

En lo mediático, evitar la contaminación física es una coartada

importante (¡Se mató solo! ¡Nadie lo tocó! ).

La lapidación responde al llamado de un empresario moral

en el sentido de Brosnislaw Malinowski, es decir, de alguien que

llama la atención sobre un hecho e invita a arrojar piedras. Pero

las motivaciones del empresario moral no necesariamente son las

mismas de quienes se van sumando a la tarea lapidaria.

IV. Motivaciones. En este caso los lapidadores actúan con

muy diferentes motivaciones. Veamos:

1) Una ONG en busca de promoción para desplazar a

posibles competidoras.

2) Sectores minoritarios de seguridad afectados ávidos de

venganza (y de advertir a otros) porque el lapidado promovió el

secuestro de 4.000.000 de dosis de paco y el procesamiento de

más de 100 personas.

3) Sectores de burócratas internacionales o de sus

subordinados o lacayos locales, preocupados por lo que el

lapidado discurre acerca del crimen organizado y en especial

respecto del lavado de dinero. Estos tienen alcance internacional

y se han ocupado de difundir el hecho en la prensa extranjera.

4) Sectores vinculados a intereses locales a los que resulta

molesta la actual composición del máximo tribunal y su prestigio

nacional e internacional.

5) Sectores de los medios que difunden el discurso

vindicativo y empujan hacia el estado gendarme, molestos

porque se les analizan y ponen de manifiesto sus técnicas y sus

artimañas generadoras de pánico moral.

6) Personas con escaso éxito político –algunas sólo viven

de la política y de la denuncia gratuita- a las que el hecho puede

brindar un escenario que sus dotes no le ofrecen (Somos los

únicos limpios, todos los demás son sucios).

7) Profesionales que ven afectados sus intereses por las

sentencias del tribunal, sobre el cual no pueden ejercer poder.

8) Profesionales que ambicionan ocupar un día el lugar del

lapidado y envidian abiertamente su prestigio y conocimiento

(¿Por qué él, si yo soy más?).

9) Empleados de empresas amarillistas que procuran

obtener la noticia del año y ser premiados con algún emolumento

complementario.

10) Personas vinculadas a la dictadura militar o a sus

simpatizantes.

11) Quienes suponen que a través del lapidado pueden

erosionar a otras instituciones o personas.

12) Personas ideológicamente enfrentadas (aunque este

subgrupo por lo general es reducido, porque siempre quien

tiene una ideología tiene también una cosmovisión y esto impone

algunos límites éticos).

La lista de lapidadores puede extenderse, pues el

enunciado anterior no es exhaustivo, aunque es suficientemente

demostrativo de la pluralidad motivaciones.

Lo importante es destacar que sin un empresario moral no

hay lapidación, pero que tampoco la hay si no existe una cantidad

de personas dispuestas a escuchar su llamado y a lapidar, aunque

sus motivaciones sean por completo diferentes.

V. Perfil del agredido. El segundo elemento a tener en

cuenta es el perfil del agredido. Ante todo debe elegirse a

alguien al que se considera capaz de quebrarse o incapaz de

resistir las pedradas. Cabe presumir que el perfil de quien por lo

general tiende a resolver o minimizar conflictos lo hace porque

es vulnerable.

El lapidados piensa que la víctima tiene puntos débiles en su

vida por los que puede entrar su ponzoña y, como no los conoce,

proyecta sobre la víctima su propia inmoralidad como deducción.

El apedreador arroja las piedras sin estar seguro de dar en el

blanco y, con la esperanza de hallar alguna falla en la víctima,

presume que ésta –al igual que él- sufre la misma carencia de

escrúpulos y valores, por lo que puede equivocarse fácilmente.

Cuanto más inmoral es el apedreador, mayor es la

inmoralidad que proyecta sobre la víctima, al imaginarla parecida

a él. El lapidador imagina una combinación de morbosidad y

ambición desmedida de poder y dinero.

Aunque el lapidador no dé en el blanco sigue insistiendo

sobre la víctima con la esperanza de golpear mejor, pero tampoco

sabe muy bien si lo conseguirá, en especial cuando a la víctima no

se le encuentran fallas reales escandalosas.

El perfil respetable, conservador y solemne del agredido

favorece los golpes del lapidador, pues puede más fácilmente

tildar a la víctima de hipócrita, pero es mucho más difícil golpear

a una víctima cuando ésta tiene perfil transgresor, como en este

caso.

VI. Instrumento. El principal instrumento de lapidación

es la prensa amarilla, que es una patología de la comunicación

que por regla general tiene un público cautivo cercano al de la

clientela de la pornografía.

Esta empresa no conoce ningún límite ético. Si bien

en la ética periodística existen muchas zonas grises, la

empresa amarilla no reconoce ni siquiera los principios más

elementalísimos de la ética, los viola todos. Si no hiciese

esto carecería de capacidad de lesión al proyectar su propia

inmoralidad sobre el lapidado.

Es interesante observar que la prensa amarilla se vale de

un proletariado de jóvenes que cumplen las tareas menores y

más desagradables, necesitados de su salario –que debe ser

miserable- y que mientras arrojan piedras sobre el lapidado

le piden disculpas porque están trabajando y hasta le envían

mensajes más o menos anónimos de adhesión disculpándose por

no aparecer públicamente en su defensa. Algo análogo suele

suceder con algunos de quienes practican personalmente la

tortura.

La inmoralidad de la prensa amarilla causa a esto jóvenes

serios problemas de conciencia. Las consecuencias últimas

de esta degradación del proletariado del amarillismo en la

personalidad de los explotados no son menores, considerando

que se trata de personas muy jóvenes y que conservan restos de

dignidad y valores.

VII. Mecánica de la agresión. La mecánica de la

lapidación mediática asumió en el caso una forma bastante

compleja.

1) Se abrió con la difusión de mails hacheados, adulterados

e inventados, publicados en un sitio cuya dirección electrónica

fue difundida por la prensa no amarilla. Primera tentativa de

lesión a la autoestima de la víctima.

2) Previamente la víctima fue sometida a un estudio

completo a efectos de obtener información que pudiera ser

material de extorsión. El resultado de esta investigación fue

alertar al banco extranjero del que la víctima era cliente desde

hacía veinticinco años y éste decidió cerrarle su cuenta en razón

de ser una persona políticamente expuesta. (Cabe observar que

si la víctima hubiese operado con un testaferro la cuenta no

hubiese sido cerrada, lo que indica que algo anda mal en el mundo

y no sólo en lo local).

El banco adoptó una actitud francamente discriminatoria

con un cliente antiguo y con una cuenta cuyo movimiento era

ínfimo y transparente. Se comunicó con el cliente y le informó

poco menos que no quería problemas con un sudaca con un

depósito despreciable. Segunda lesión a la autoestima de la

víctima.

3) Sucesivos recados telefónicos eran dejados todos los

días avisando lo que se publicaría en la prensa amarilla al día

siguiente. Los llamados eran insistentes, reiterados varias veces

al día, dejados en el contestador, remitidos a la cuenta de mail.

El objetivo era mantener al hostigado en permanente

estado de zozobra y alteración del sueño induciendo una

fijación persecutoria. Esto hubiese sido muy grave en caso

de personalidad paranoide. También se buscaba que éste se

preguntase permanentemente si había hecho algo errado. Frente

a una personalidad culpógena esto podría acarrear una grave

depresión e inducir errores de conducta. No fue el caso de la

víctima de este hecho, que no tiene personalidad paranoide ni

mucho menos culpógena, como máximo quizá un poco esquizoide.

4) Esos estados se potencian a través de los mismos

métodos aplicados a todo el equipo de colaboradores, hostigados

a distintas horas del día y de la noche. El objetivo fue

desestabilizar a éstos, cada uno de los cuales tiene sus propias

características conforme a las cuales reacciona y, en su afán por

contener el avance del hostigamiento, desconciertan al

hostigado, que se ve obligada a contenerlos. A ese efecto la

prensa amarilla se agenció los teléfonos celulares de todo el

equipo mediante procedimientos que no se conocen, pero no cabe

descartar su carácter corrupto.

5) Paralelamente se procedió a instalar una guardia de

fotógrafos en la puerta del domicilio particular del hostigado y a

fotografiarlo cuando entraba y salía de la casa y a seguirlo

cuando caminaba por la calle, como también a todas las personas

que entraban y salían, a interrogarlas, a mostrar las fotos a los

vecinos para que identificasen a cada uno, a fotografiarlo en el

acto electoral, a interrogar al personal de servicio. Esto buscaba

producir en la vida hogareña del hostigado el mismo efecto

reproductor que con sus colaboradores, en forma tal de

impedirle eludir la tensión y la zozobra en ningún momento del

día ni de la noche.

6) Entre los hechos extraños que tuvieron lugar en forma

contemporánea al hostigamiento se produjo la visita de una

mujer, que intentaba entrar al domicilio del hostigado, con el

pretexto de ejercer la prostitución y ofrecerse para armar una

coartada. Si bien puede ser una coincidencia provocada por una

persona desequilibrada, no cabe descartar otras hipótesis.

7) Con todo esto se busca que el hostigado esté fijado en

el hecho en forma permanente, lograr que no piense en otra cosa,

impedirle la distancia del hecho y la consiguiente reflexión y

hasta el descanso. Si esto no doblega psicológicamente al

hostigado, éste debe cargar con la pesada tarea de alertar

constantemente a los colaboradores, convivientes, personal de

servicio, vecinos, etc.

8) Uno de los objetivos del hostigamiento era individualizar

al apoderado de la víctima, proyectando sobre ésta la propia

inmoralidad en la idea de que esa persona era un testaferro

encargado de sus negocios sucios.

En realidad la desilusión debe haber sido absoluta. No dudo

que hayan acudido al Registro de la Propiedad y verificado que

éste es un monotributista que sólo posee una casa prefabricada

de fin de semana en una provincia y un automóvil. Otra pedrada

sin eficacia.

9) Alertada la víctima por el llamado del banco extranjero

y en pleno trámite de transferir el dinero de la cuenta al país en

forma perfectamente legal, se mantenía atenta acerca de la

posibilidad de manipulación deformadora de esta información, lo

que llegó el día viernes, con el adelanto por recado de la noticia

de que el sábado explotaría sobre ese hecho un segundo

escándalo.

Con seguridad que el banco no suministró información

y la prensa amarilla volvió a proyectar su propia inmoralidad

y presumió que había una cuenta oculta o una suma enorme e

inexplicable de dinero. Por tal motivo el hostigado le abortó

la maniobra con una conferencia de prensa en Santa Fe y

expuso públicamente lo referente a la cuenta y a la actitud

discriminatoria del banco. La prensa amarilla de inmediato

desmontó el operativo del segundo escándalo.

10) Un periodista publicó la falsa noticia de que la víctima

había mantenido en la Casa de Gobierno una reunión de alto nivel

con ministros del poder ejecutivo. Esto tenía toda la intención de

provocar una justificada indignación de la dirigencia política

opositora contra el hostigado. Afortunadamente éste la pudo

desmentir públicamente de inmediato y en general la actitud de

los políticos fue sumamente mesurada y prudente.

11) Como parte del hostigamiento, un sujeto usó el nombre

del hostigado en twitter y después de enviar varios mensajes

divulgó la noticia de que había renunciado, lo que desconcertó

incluso a algún dirigente político y provocó una catarata de

llamadas al tribunal y al interesado, creando mayor zozobra y

tensión entre las personas que lo rodeaban en su trabajo y en su

domicilio.

12) Provocada una reacción masiva de repudio contra la

prensa amarilla, un diario publicó la noticia de que las muestras

de apoyo y solidaridad del exterior son obtenidos por medio de

una gestión oficial. El supuesto gestor oficial es absolutamente

desconocido en todos los medios académicos y universitarios del

exterior.

13) Un comunicador excedió el marco del poder mediático

emplazando al hostigado a que comparezca ante alguno de los

medios para los que trabaja a dar explicaciones, porque de lo

contrario debería darlas en el Congreso de la Nación, exigencia

curiosa y extraña por cierto, considerando que quien la formula

carece de toda función pública o de representación popular.

14) La prensa amarilla, frente al desprestigio que le

provocó una solicitada de numerosos periodistas de diferentes

medios y colores, trató de descalificarla afirmando que una de

las firmas correspondía a un periodista que no había autorizado

su inclusión en la solicitada. Resultó ser la de un periodista

homónimo.

15) Ante el fracaso de la lapidación frente a la reacción

masiva de repudio, la prensa amarilla trató de poner distancia del

hecho, afirmando que sólo se limitó a tomar una noticia de otro

medio; lo cierto es que el otro medio es un diario que alcanza el

punto máximo de impudicia e hictericia y que pertenece a la

misma empresa. Esto puede obedecer a la tentativa de evitar una

demanda civil, aunque no parece que le preocupe demasiado; cabe

pensar que su preocupación finca en el repudio general y

profesional y, en definitiva, en el ridículo, del que –como alguien

dijo- no se vuelve.

16) Como ya no quedaba nada que aclarar ni agregar, un

diario difunde supuestos enfrentamientos o malestares en el

seno del tribunal, información que parece proceder de un

personaje de triste figura y facies inexpresiva, que por lo

general comunica trascendidos insólitos (usualmente llamados

chismes) y que deambula escondiéndose detrás de las columnas

del Palacio de Justicia.

VIII. Objetivos de la agresión. Como las motivaciones

que mueven a los lapidadotes no son las mismas, tampoco los

objetivos coinciden: unos buscan destruir psíquicamente al

hostigado, desequilibrarlo para que reaccione de modo erróneo,

sorprenderlo en esa reacción y mostrarla como confirmación de

su inadecuación a los reclamos del rol. Pero otros pueden buscar

objetivos menos personales y más concretos: 1) obtener su

alejamiento de la función y el desprestigio institucional; 2)

inferirle el mayor daño posible; 3) generar una confusión política

en medio de una campaña electoral; 4) provocar un

enfrentamiento con los colegas del tribunal y desarmar la

armonía y respecto que debe primar entre ellos; 5) desarmar el

prestigio internacional de la víctima y anular su palabra en los

foros extranjeros; 6) o simplemente causar confusión y afectar

la vida democrática del país hasta donde le fuese posible.

IX. Razones por las que no fueron alcanzados los

objetivos. Las razones por las que la lapidación no obtuvo el

efecto deseado son varias, poniendo de manifiesto que la

construcción mediática tiene límites.

En efecto: 1) Si bien existió un problema de consorcio, la

vinculación del hostigado con este problema nunca pasó de la

firma de las escrituras traslativas de dominio de los inmuebles

en que se practicaba, dado que no los administraba y tampoco

firmaba los contratos de locación, todos a precios de plaza,

nunca conoció a los inquilinos y en muchos casos ni siquiera los

inmuebles. Como todo esto está perfectamente documentado, el

hostigado no fue golpeado en su estabilidad emocional.

2) Por otra parte, las denuncias de trata de personas y

de lenocinio no parecen tener fundamento en los hechos, pues

hasta el momento lo que parecería haberse producido es la

desnaturalización de los contratos de locación por violación de

la prohibición de subalquilar y por la violación del reglamento de

copropiedad en caso de eventuales molestias producidas por los

subinquilinos.

3) Las afirmaciones de una diputada no han resultado

fundadas y, además, ha admitido que conocía los hechos desde

hace dos años, sin que lo notificara al hostigado, lo que indica su

clara intención de reservarse la información y provocar el

escándalo por la prensa amarilla durante la campaña electoral.

4) La versión lapidaria no resulta convincente porque no

puede mostrar cuál es la supuesta ventaja que alguien puede

obtener de alquilar inmuebles al precio de plaza para que se

ejerza la prostitución, cuando los puede alquilar al mismo precio

para otro objetivo que no le acarrease problemas.

5) Menos aún lo hay para creer que un profesional que

puede retirarse a la actividad privada y ejercer la profesión con

buenos honorarios, incluso pagados por algunos de los que lo

imputan (que lo quisieran a veces como abogado), emprenda una

actividad absurda con su nombre y apellido y sin que le aporte

ninguna renta mayor de la corriente.

6) Pero si bien construcción de la realidad intentada

excedía los límites de las posibilidades de ésta por

inverosimilitud, en cuanto al hostigamiento lo que impidió que se

alcanzase alguno de los posibles objetivos en el caso que el

hostigado no carecía de experiencia política y mediática. Si el

hecho se hubiese concretado contra una persona sin esa mínima

experiencia, hubiese sido imposible evitar alguno de los objetivos

dañinos propuestos.

En síntesis: Por un lado se verifica que la construcción de

realidad tiene el límite de la alucinación: una ilusión puede llegar

a tener éxito, pero una alucinación nunca puede tenerlo. Por otro

lado, se prueba que el hostigamiento tiene el límite que le pone la

personalidad y la experiencia de la víctima.

X. Consecuencias sociales del hecho. Evaluando el hecho

en cuanto a sus consecuencias sociales negativas, podemos

señalar tres diferentes niveles de efectos: 1) el comunicacional;

2) el político; y 3) el antropológico.

1) En el plano comunicacional la generalización de esta

metodología de hostigamiento crearía el grave riesgo de

estimular a los que en toda sociedad tienen vocación de

inquisidores para que un buen día impulsen una ley mordaza.

Esto debe evitarse a cualquier precio; la única ley de

prensa tiene ciento cincuenta y ocho años y es muy buena: es la

Constitución Nacional. No sólo no se necesita sino que es

menester rechazar terminantemente cualquier intento de otra

ley de prensa acerca de contenidos. El amarillismo no se combate

con censura, sino con definiciones. Se lo combate evitando que

los medios serios se mezclen con el amarillismo, aunque eso

pueda arrojar algún rédito pasajero e inmediato. Esa mezcla

venenosa debilita la credibilidad de los medios y fortalece a los

partidarios de la censura.

No importa la orientación ideológica ni política de los

medios, pues todo medio la tiene y eso no le hace perder

seriedad; lo que le hace perder seriedad es su mezcla con el

amarillismo. Un medio puede ser azul o rojo, no importa, pero

si éstos se mezclan con el amarillismo se desdibujan: el azul se

vuelve verde y el rojo naranja. Allí las personas dejan de creerle.

Los censuristas están al acecho y se apoyan en las

reacciones vindicativas de las víctimas del hostigamiento

amarillo.

Una vez aislado de los medios serios, el amarillismo no

molesta, pues al igual que la pornografía, tiene un público cautivo

y hace su negocio, sucio pero tolerable, porque su público sabe lo

que lee (este es el otro aspecto que lo asemeja a la pornografía).

2) En lo político, la generalización de estos hechos puede

llevar a la opinión la impresión de que en la política y en la función

pública nadie está limpio, que todos los candidatos son sucios, que

todos se mueven por intereses bastardos, que no hay ideales ni

vocación de servicio. Eso es la antipolítica y ésta es el campo de

cualquier aventurero extra-sistema y siempre fue el preludio de

todas las dictaduras, con costos invariablemente muy altos para

los pueblos.

3) En lo antropológico no puedo dejar de observar que

para intentar destruir psíquicamente a una persona se requiere

una pulsión de odio tan brutal que en otras condiciones se

materializaría en forma directamente destructiva en el plano

físico.

Me pregunto qué mueve semejante pulsión destructiva.

¿Qué genera o motiva semejando grado de odio? Y llego a la

conclusión que en el fondo es el afán crematístico y de poder.

Poder y dinero es la clave.

¡Son locos! ¡Están alienados! Han alcanzado un grado tal de

alienación que olvidan el viejo adagio popular: no hay mortaja con

bolsillo.

Si es que ya no lo tienen, reunirán el dinero que les alcance

para vivir muchas vidas, pero no los vivirán, porque hay una sola

y única vida, con límite infranqueable. Quizá esta afirmación sea

demasiado existencialista y, por ende, resulte un poco pasada de

moda, pero no puedo dejar de llamar a la reflexión desde esta

perspectiva frente a semejante grado de alienación.

Un día todos podemos estar en la cama de un hospital

mirando al techo sin saber si mañana o dentro de un rato lo

podremos ver ¿Qué consolará a estas personas en ese momento?

Se han olvidado que todo ser humano que nace es ya

suficientemente viejo como para morir y mañana mismo podemos

no estar. El afán crematístico les borra la conciencia hasta

ese límite; Tanatos los domina por completo. Por suerte son

los menos, porque de lo contrario la especie humana no tendría

futuro y yo creo que lo tiene. La humanidad no está representada

por ellos: prueba es la presencia de todos ustedes.

oooooooooooooooo

XI. Palabras de cierre. Les confieso algo que ni siquiera mis

más cercanos colaboradores sabían. El 31 de octubre se cumplen ocho años

de mi permanencia en la Corte. En lo personal creo que los cargos vitalicios

son monárquicos y que en una República es bueno que quien desempeña una

función después de un tiempo, cuando considera que su tarea está cumplida,

pueda retirarse. Por otra parte, estoy un poco cansado de que se me defina

por la función. No soy el juez, el ministro, soy Raúl, no soy juez, trabajo de

juez, que es otra cosa. No nací en la Corte Suprema y no pienso morirme en

ella. Por todo eso, había decidido dejar la Corte en unos pocos meses.

Siento mucho que hoy todo indique se me haya frustrado este

proyecto. Ahora estoy preso, no puedo irme al menos hasta que el curso

del tiempo permita dejar claro que mi alejamiento no tiene nada que ver

con esta infamia. Si me fuese daría la peor lección de republicanismo a los

chicos y chicas de la Facultad que nos hospeda y en la que he ejercido la

docencia muchos años. Sería mi última y peor clase. No obstante, siento

mucho esta frustración.

Seguiré haciendo lo que hago, pensando y diciendo lo que pienso y lo

que mi ciencia me indica. No me dobla el hostigamiento amarillo. Tampoco me

doblegan los locos que se olvidan de la vida por escapar de la muerte.

Yo sé quién soy, ellos todavía no, quizá un día lo sepan, espero que

no demasiado tarde, cuando ya no les quede mas que mirar el techo de un

hospital. El odio no es paliativo para la angustia.

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